viernes, 13 de marzo de 2009

¡pasé, pasé!


Es verdad, no merecía la calificación pero gracias al escote que me cargo y a lujuria de su mente, aparecieron los puntos que me hacían falta para pasar. Me gusta quejarme con mis compañeros sobre el acoso sexual de su mirada, detallarles mi sentir cuando me desnuda en su imaginación sin decir una palabra, el cree que no me doy cuenta, yo creo que es un pobre pendejo. Pero que importa si no lo van a correr –muy en el fondo nadie quiere que lo corran, sino ya hubiéramos hecho algo al respecto-.

Te hace la vida imposible en el primer parcial, te atasca de datos, te atemoriza, se impone y después de rogar como una perra por un punto… te lo niega, te avergüenza y se burla de ti. Cuando sabe que te tiene en su dominio se convierte en tu salvador, te apoya, te habla bonito, te dice lo guapa que te ves y no sólo te regala un punto sino diez, para que no puedas dejar de notar su ayuda. Logró su cometido, tengo el síndrome de Estocolmo, el verdugo ahora es mi héroe.
Me divierte hacerme la víctima con mis compañeros. Les cuento lo molesta que me siento por su acoso –es vox populli- además no soy ni la primera, ni la única. Ellos se irritan porque sienten que todas las mujeres de la carrera les pertenecen y ningún profesor tiene el derecho de tocarnos, mucho menos de insinuarse, ¡pobres chavos! me dan risita, ni que fueramos una niñitas, sabemos cómo, cúando y con quién. Es una dinámica extraña, todas estamos deacuerdo en lo que pensamos de él, nos provoca asco, pero también lo dejamos hundirse en el escote, le sonreímos y si de denunciar se trata…mejor que me pase.